sábado, 11 de abril de 2009

LA PRÁCTICA DEL EJERCICIO FÍSICO A TRAVÉS DEL BAILE O LA DANZA

Hace poco pude leer con gran satisfacción, un artículo de Isabel Navarro, publicado en XL Semanal en donde confirmaba algo que, desde hace muchos años, he intentado promocionar, “la actividad física es mucho mas divertida y completa si se hace bailando, si se hace danzando.

Isabel Navarro comenzaba su trabajo de investigación diciendo que:

Estudios recientes prueban que mover el cuerpo al compás de la música beneficia nuestro cerebro: mejora la memoria, la planificación, la concentración… Y, por si fuera poco, activa los mismos centros de placer que el sexo.

La danza es un comportamiento humano universal asociado con rituales de grupo, una acción motriz que responde a sensaciones internas o a estímulos externos, pero, ante todo, es un placer. Personas de distintas edades y condición física pueden bailar durante horas en una fiesta sin sentirse agotadas gracias a la adrenalina y la serotonina que sus cuerpos generan durante la danza. De hecho, según el neurólogo de la Universidad de Columbia John Kra-kahuer: «La realización de movimientos coordinados estimula nuestro centro de recompensa cerebral». Bailar pone en funcionamiento los mismos centros cerebrales que despiertan el placer del sexo o de una buena comida, una razón evolutiva para que esta forma de expresión haya perdurado en el tiempo.

La música y el ritmo son el mejor ejercicio para que los diferentes sistemas cerebrales se armonicen y sean eficientes los unos con los otros. Parsons ha demostrado que bailar mejora la memoria operativa, la planificación ejecutiva, la habilidad en la realización de multitareas y la concentración. Para corroborarlo, un estudio de la Universidad de Washington observó mejoras importantes en enfermos de párkinson tras 20 clases de tango. Esta enfermedad produce pérdidas de neuronas en el ganglio basal, lo que interrumpe su comunicación con la corteza motora y provoca rigidez y movimientos inconscientes. Gracias al tango, estos movimientos se redujeron.

Además de proporcionar placer físico y ayudar a la coordinación y la planificación, la danza tiene efectos psicológicos positivos, ya que a través de ella somos capaces de expresar nuestros sentimientos y comunicarnos con los demás. Basándose en el principio de que mente y cuerpo son inseparables, la danzaterapia –una corriente liderada por bailarinas y psicólogas– surgió a mediados del siglo XX en Estados Unidos. Esta rama de la psicoterapia se ha convertido hoy en una disciplina con reconocimiento universitario y se aplica tanto para tratar a niños autistas, o con dificultades motoras, como para resolver problemas de pareja o de depresión.

Los especialistas creen que todos podemos bailar, entonces ¿por qué son tantos los que se sienten incapaces? ¿Por qué hay tantos cuerpos de palo, convencidos de que la danza es cosa de brasileños o africanos? Por una cuestión meramente educacional.

Según el neurocientífico Lawrence Parsons, “no hay estudios científicos que determinen diferencias en el cerebro de dos humanos con más o menos habilidad para bailar, para la música, para las matemáticas o para el razonamiento. En la mayoría de los casos, ser mejor sólo depende de haber tenido un entrenamiento temprano en la práctica de esa disciplina”. A partir del año, todos los niños, sin excepción, responden a la música moviéndose rítmicamente. Es natural, pero llega un momento en que algunos reprimen ese instinto y se bloquean.

El baile es otro modo de comunicación, otro lenguaje, por eso las personas con dificultades para expresar o sentir emociones son las que encuentran más dificultad para dejarse llevar por la danza. Los que prefieren no hacerlo se están perdiendo la posibilidad de sincronizarse con otro más allá de lo racional, la oportunidad de expresarse libremente, de generar endorfinas y adrenalina durante horas, de recitar su memoria y mejorar su capacidad de coordinación y planificación. ¿De verdad se lo quiere perder?

Es indudable que el baile o la danza es una forma muy divertida de realizar actividad física, pero esta actividad la tenemos que mejorar con algunos ejercicios que complementen el tipo de baile o danza que realicemos, con 10 0 15 minutos de estiramientos o ejercicios de los grupos musculares que no hayan intervenido en la actividad.

En los programas de Educación Física en las escuelas, se debe incluir esta actividad, pero también en los programas de Actividad Física para jóvenes, adultos o mayores. Con ello, lograríamos un mayor disfrute por parte de los practicantes y lo que es más importante, una mayor “fidelización” a la actividad física. Pero no nos olvidemos de que el profesor es el primero que tiene que implicarse.


Pablo Sánchez Buján

Madrid, 11 de Abril de 2009